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Vargas Llosa, el premio nobel y la política (página 2)




Enviado por tauripiedra



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Riva Agüero en su obra primigenia: "Carácter de la literatura del Perú independiente" (Lima, 1905), en la cual expone lo medular de su pensamiento, reconoce que: "…las ideas políticas no son nunca más que el símbolo o la expresión abstracta de determinados intereses…". representados por mediación de partidos políticos y del estado.

Frente a la naciente clase obrera peruana que intentaba organizarse en un partido político, Riva Agüero, que rechazaba la modernidad y, sobre todo al socialismo, decía que no son necesarios más partidos políticos, menos de la clase obrera, porque son suficientes los partidos "históricos", el "civil" y el "liberal" (ambos de la oligarquía), lo cual Mariátegui criticaría años más tarde acusando a Riva Agüero de intentar perpetuar el dominio de la "gente decente", es decir, de una casta que añora el virreinato.

Riva agüero, por su mentalidad de casta, gustaba ostentar públicamente sus privilegios -en tanto símbología- para así legitimar su posición en la sociedad. Reconocía que el estado responde a determinados intereses de clase y no tuvo reparos en escribir que el dominio de la "aristocracia" (oligarquía) se legitimaba en lo que llamaba el "derecho histórico" impuesto por los conquistadores, y para preservar ese "derecho", llamaba a ocultar esa verdad e imponer la autoridad por medio de la represión. De lo contrario, "todos se convencerán de que sus desgracias son injusticias y echarán mano de todos los medios para sustraerse a su condición…"

"Y si vuelven las revoluciones, todo estará perdido; no habrá salvación para nosotros"

En 1915 lo vemos secundando a Víctor Andrés Belaúnde (Arequipa 1885 – Nueva York 1966) en la fundación del Partido Futurista, intentando reformar la forma de dominación oligarca, fracasando. En 1919, al iniciarse la crisis irreversible de la oligarquía, Riva agüero convoca a los partidos del orden para perpetuar el dominio tradicional y enfrentar unidos a las reivindicaciones sociales promovidas por nuevos sectores emergentes: clase obrera y capas medias, fracasando. La dominación tradicional oligarca bajo tutela del imperialismo británico se resquebraja dando paso a la tutela del joven imperialismo de Estados Unidos. Europa perdía la hegemonía mundial. Luego de una larga agonía, asediada por las reivindicaciones populares, la república de la oligarquía da paso en 1968 a la república burguesa, que ha heredado las peores taras del pasado

Consecuente con sus ideas, en la década del treinta vemos a Riva Agüero enrolado en las filas del fascismo limeño.

Vargas Llosa "socialista"

Los intereses particulares, privados, de las clases dominantes indoamericanas desde la conquista, no han logrado confluir con los intereses de las mayorías, por lo cual, sobre todo las últimas generaciones de escritores y artistas, insurgen inmersos en movimientos nacional populares para el cambio. Poco importa si muchos se retracten de su inicial osadía, pero en los más dotados para la creación, su obra queda de testimonio imperecedero que dieron su voto por el porvenir.

Inmerso en esa tradición rebelde, Vargas Llosa de joven se reclamaba "socialista", no porque hubiese adquirido una concepción coherente del devenir, sino porque los elementos de avanzada de su generación eran progresistas, que reivindicaban al socialismo. El poder omnímodo, excluyente, de la oligarquía, empujaba a la radicalización de los sectores medios, de cuyo seno emerge una vertiente que confluyendo con sectores populares forman el Apra en 1930, dos años después que Mariátegui fundara el Partido Socialista (1928).

A mediados de la década del cincuenta, tal como vaticinó Mariátegui, luego de una "temporal borrachera nacionalista", el aprismo cae en brazos de la oligarquía y del imperialismo. En ese contexto surgen nuevas organizaciones reformistas como el Movimiento Social Progresista, la Democracia Cristiana (1955) y Acción Popular (1956), que reclamándose de izquierda, utilizaban palabrería marxistizante. Vargas Llosa, estudiante universitario, al mismo tiempo que participa en un círculo de estudiantes que reivindicaban al marxismo, se adhiere a la Democracia Cristiana, organización que promovía grandes reformas para transformar al país, reivindicando como parte de su "doctrina" a la Encíclica "Rerum Novarum" (1919) promovida por el Papa León XIII (1810-1903), -donde se hablaba del compromiso de la iglesia con los pobres y se condena los "excesos" del capitalismo-, a la que Vargas Llosa (según sus memorias) encontraba conservadora. Años después, renuncia a la Democracia Cristiana por considerar que no apoyaba a los guerrilleros –Fidel Castro y el Che Guevara– que llegaron al poder en Cuba (1959). En la década del sesenta se acerca a "Vanguardia Revolucionaria", reclamada marxista, de cuyo seno surgen diversas tendencias que intentan cohesionarse en la década del setenta, época en que Vargas Llosa dice apoyar lo positivo de algunas reformas de los militares, entre ellas la agraria.

Vargas Llosa no llegó a conocer lo que es una organización marxista por dentro -de allí la caricatura mal elaborada en su novela "Historia de Mayta"- y su "socialismo" fue siempre adocenado, congruente con su agnosticismo en su variante conservadora, en tiempos en que los intereses de la burguesía dejan de coincidir con el progreso, renunciando a la solución de los grandes problemas humanos. La falta de confianza y fe en los ideales lo grafica uno de los personajes de la más emblemática de sus novelas: "Conversación en la Catedral": "En el colegio, en la casa, en el barrio, en el círculo, en la fracción, en la "Crónica" -dice Santiago- Toda la vida disimulandoi". El personaje aludido (Santiago "Zavalita") se queja que hace las cosas sin creer.

En la década del cincuenta, a mediados del cual Vargas Llosa comienza a reivindicar al socialismo, el imperialismo yanqui era repudiado por las generaciones de avanzada en América latina. No existía (ni existe) guerra en el mundo en la que no intervenga intentando sojuzgar pueblos. A inicios de esa década interviene en la guerra de Corea que costó tres millones de vidas, y en América Latina (considerada su patio trasero), en forma descarada, si no es por medios "pacíficos", puede derrocar por las armas a gobernantes que se resisten a sus mandatos como el caso de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954). Era la época de la "guerra fría" y del auge del "macartismo" en Estados Unidos, cuyo mentor, Joseph Mc Carthy, llegó a decir que el ex presidente Roosevelt era un "comunista solapado". Para sus agresiones, junto a las armas, el imperialismo se vale del control de los grandes medios de comunicación. En una conferencia (agosto de 1954): "Guatemala: un caso de agresión informativa", Gorky Tapia da cuenta precisa de la utilización de los grandes medios de comunicación para preparar opinión pública favorable al derrocamiento por medio de las armas del gobernante guatemalteco.

El joven Vargas Llosa condena todo eso. En el Perú, el general Manuel A. Odría (1948-1956), mediante un golpe de estado derroca al presidente constitucional Bustamante y Rivero. Con persecuciones, muertes y encarcelamiento a sus opositores, se presenta a las elecciones (de 1950) como único candidato para así legitimar su dictadura. "Conversación en la Catedral" está ambientada en ese periodo.

En el plano de las reivindicaciones nacionales, la principal era poner fin a las relaciones de trabajo gratuito (servidumbre) en el campo andino. Durante el primer belaundismo (1963-1968), -al igual que personalidades de todo el mundo, de distinta filiación política-, Vargas Llosa protestó porque intentaban condenar a la pena de muerte a Hugo Blanco, caudillo de la rebelión campesina de La Convención y Lares en el Cuzco (1958-1963), protestó por que a la final lo condenan a veinticinco años de prisión.

El "socialismo" de Vargas Llosa surgió inmerso en un mundo bipolarizado entre Rusia ("socialista") y Estados Unidos ("occidente" capitalista), donde cada cual, a su modo, mantenía el equilibrio, el orden y la "paz" mundial. "Orden" y "paz" significaba que los conflictos bélicos y luchas sociales se mantengan fuera de sus territorios o zonas de influencia, sin alterar el orden mundial. Ese "orden" comenzó a esbozarse durante la segunda guerra mundial cuando Hitler invade Rusia, "traicionando" a Stalin, con el que había suscrito un pacto de no-agresión. Rusia y las potencias capitalistas occidentales llegan a acuerdos para enfrentar a Hitler y establecer la paz mundial.

Derrotado el nazifascismo (1945) se reparten Europa. El este quedaba bajo influencia de Rusia. Desde Moscú se hacen llamados para que los combatientes contra el fascismo en Europa Occidental, entre ellos guerrilleros, entreguen sus armas a las fuerzas del orden de sus respectivos países para garantizar la coexistencia pacífica entre capitalismo y "socialismo" y la paz social entre burguesía y proletariado. Esto ayudó a evitar el estallido revolucionario en Europa Occidental que salió de su crisis mediante el "Plan Marshall" patrocinado por Estados Unidos. Comenzaba lo que se llamó "guerra fría", por la desconfianza mutua, que paulatinamente, con al paso de los años, se fue aminorando. En cuanto a países como China, -Estados Unidos (Truman), Inglaterra (Wilson) y la Unión Soviética (Stalin)- acuerdan que el único vocero válido sería el kuomingtang de Chiang Kay Shek, con lo cual Stalin prosiguió en su política de dejar abandonados a los comunistas y sus "zonas liberadas". El triunfo revolucionario chino en 1949 fue contra los designios stalinistas. Mao Tse Tung se vanagloriaba en decir que para triunfar, el pueblo chino se valió en sus propias fuerzas.

Stalin muere en 1953. Sus sucesores, entre ellos Nikita Krushov, prosiguieron esa política. La cooperación con China en el comienzo de la edificación socialista fue considerable -en empréstitos y tecnología-, pero no suficiente para salir del atraso, menos para convertirse en potencia capaz de repeler un ataque militar imperialista, lo cual, aunado diferencias ideológicas, llevaron a la ruptura a inicios de a década del sesenta. La rebeldía del joven Vargas Llosa -su "idealismo disimulado"- no es capaz de poner en tela de juicio ese orden mundial. Reclamándose "socialista", tiende a justificar el sistema totalitario stalinista, incluyendo sus genocidios, que a la postre prepararon el terreno para una restauración capitalista. Por eso Vargas Llosa -estudiante universitario- levantaba infundios, entre ellos, afirmando (en 1956) que Mariátegui, el principal promotor del marxismo indoamericano "renegó de su admiración a Trotsky" para acatar la línea stalinista. Vargas Llosa siempre se mantuvo alejado de las grandes herejías, apostando por el orden establecido.

Desde la época zarista se proyectaba un bloque histórico en Rusia, en el cual confluían todas las gamas del progreso, -con su autonomía y especificidad- desde las ciencias a las letras y la política, a remolque de las luchas sociales. Luego del triunfo revolucionario en 1917, el gran bloque histórico tendía a su consolidación, que se truncó por la usurpación del poder de los trabajadores por la burocrática stalinista, preparando el camino a una restauración capitalista, conforme denunciara Trotsky en la década del veinte.

Lenin, antes de morir, también tuvo tiempo para alertar el peligro de una contrarrevolución, por lo que en cartas a su partido (el bolchevique) entre los años 1922 y 1923, pedía separar a Stalin del cargo de secretario general y de encargado de las nacionalidades no rusas, lo que fue imposible hacerlo porque la burocracia había ganado demasiado terreno.

En enero de 1924 muere Lenin, aferrándose Stalin en el poder. A fines de esa década Trotsky fue expulsado de Rusia. A mediados de la década del treinta la contrarrevolución stalinista, al mismo tiempo que por decreto anuncia que Rusia ya es "socialista", asesina a la plana mayor bolchevique y alrededor de un millón de revolucionarios convictos y confesos. Junto a ellos, nueve millones perecieron en los campos de trabajos forzados.

Nada podía perturbar el orden y conservación del poder burocrático. Por eso, a semejanza del índex del catolicismo -desde el medievo hasta mediados del siglo veinte-, promovido por el Papa de Roma, existía el índex stalinista de censuras y prohibiciones. Ni siquiera expresiones populares del canto y del baile estuvieron al margen. Por ejemplo el tango de origen ríoplatence, que en sus inicios era repudiado por las gentes adineradas de Nueva York por considerar que corrompe a sus hijos, en la Unión Soviética fue condenado -dice Nicolás Slonimski- como expresión de los marginados, las prostitutas y los hombres impotentes.

Igual sucedió con otras expresiones rebeldes en el mundo, entre ellas el rock, tachado de "decadente", ni qué decir de las vanguardias artísticas que a finales de la década del veinte fueron desterradas. Los sucesores de Stalin siguieron el mismo camino, y cuando inmerso en las pugnas en su seno denunciaron el "culto a la personalidad" de Stalin, promoviendo algunas reformas, lo encausaban dentro del orden burocrático oficial.

En las protestas populares en los países "socialistas" bajo dominio ruso (Europa del Este) existía quienes intentaban una regresión al capitalismo y quienes intentaban formar un autogobierno de los trabajadores para avanzar al socialismo. La burocracia apuntaba la represión contra los elementos marxistas, preparando así el camino para que a la final las propuestas de una regresión logren formar un liderazgo con los elementos más corruptos de la burocracia que a la postre se convirtieron en los nuevos burgueses, o los "nuevos compradores" como diría Trotsky en la década del veinte.

Vargas Llosa de joven, incapaz de comprender el proceso histórico, se alineó con ese régimen, y cuando alcanzó notoriedad en mérito a sus obras literarias, rondó junto a la frondosa legión de escritores "amigos" de la Unión Soviética, cuyos miembros de primera hora (que antecedieron a Vargas Llosa), apoyaron abiertamente los crímenes stalinistas. Al renunciar públicamente al socialismo, al igual que antes justificó el historial stalinista, Vargas Llosa justifica el colonialismo imperialista, del pasado y del presente, incluyendo los golpes de estado para derrocar a regímenes burgueses legales que se niegan recibir órdenes de Estados Unidos, entre los últimos, al gobierno de Honduras (2009). Congruente con esto, junto a los sectores más siniestros y bárbaros del capitalismo, Vargas Llosa arremete contra las culturas aborígenes y contra las reivindicaciones populares.

Vargas Llosa contra el legado progresivo de las culturas primigenias

En nombre de la "modernidad", Vargas Llosa se une a los sectores más reaccionarios para atacar el legado más humano, más histórico, de las culturas ancestrales, basadas sobre todo, en la reciprocidad, en la solidaridad, en la ayuda mutua, a todo lo cual califican de "arcaicas", porque esas virtudes o valores, no son compatibles con el régimen capitalista, que en vez de crear un mundo convergente, solidario, crea un mundo concurrente, atomizado, lleno de rivalidades, que es la principal causa de la violencia y guerras que asolan el planeta. No olvidemos que Europa, el continente reclamado más "civilizado", además de abanderado del racismo desde siglos pasados, fue el escenario de dos guerras mundiales en el siglo veinte, lo mismo que la cuna del nazi fascismo. Las principales potencias imperialistas son protagonistas de la mayoría de las guerras del pasado y del presente, no porque sus ciudadanos estén predeterminados biológicamente para la violencia, sino porque las contradicciones sociales los ponen en el centro de la tormenta.

Las comunidades indígenas andinas o lo que queda de ellas, -ya en plena descomposición-, al igual que los pueblos amazónicos originarios, que a pesar de la expansión capitalista aún mantienen ciertos rasgos ancestrales que dignifican su existencia, entre ellos la cooperación, la ayuda mutua, la reciprocidad, han sido y son el blanco de sus ataques, ocultando que por milenios, lograron vivir sin depredar a la naturaleza de la cual se sienten y forman parte, confluyendo así con la vertiente libertaria de la modernidad.

Es evidente en esos sectores originarios, en plena descomposición, la precariedad y pobreza en que les ha sumido la modernidad capitalista enquistada en el poder. La alternativa socialista, en tanto encarna la modernidad libertaria, hace suyo el legado de igualdad, reciprocidad, ayuda mutua, pero mejorando su condición humana, mediante la ciencia y la técnica.

El ser humano llegó a ser lo que es hoy proyectándose a un nuevo orden mundial, gracias a las virtudes calificadas de "arcaicas" por los defensores del capitalismo extremadas en el neoliberalismo y el fascismo. Se sabe que, en su generalidad, al lado de la precariedad material y de lacras inhumanas, las culturas primigenias basadas en el régimen del parentesco y el comunal, practicaban la solidaridad, la reciprocidad, la cooperación, la ayuda mutua, etc., es decir, el "amor al prójimo", que posteriormente fue recogido por el cristianismo primigenio. El legado progresivo de esas culturas se evidencia con todas sus limitaciones, hasta en las grandes ciudades, cuando se crean entidades comunales para sobrevivir, entre ellas, los comedores populares, los clubes de madres, del vaso de leche, etc., que ayudan a paliar en algo la pobreza en que les ha postrado la vertiente siniestra de la modernidad capitalista.

Sin los valores primigenios de solidaridad y ayuda mutua, surgidos y cultivados desde los albores de la humanidad, no sería posible el desarrollo normal de un niño y por tanto del hombre, cualquiera sea la época y la condición social.

El desarrollo del capitalismo desde sus orígenes tiene como principal premisa, despojar a las mayorías de la propiedad de sus medios de vida, entre ellos de la propiedad de la tierra, para convertirlos en proletarios, que sólo les queda su fuerza de trabajo, es decir, su capacidad corporal, para poder ser vendida en el "mercado laboral" de la oferta y demanda capitalista. Esto llevó a Carlos Marx decir que el capitalismo es una forma de negar la propiedad privada a las mayorías para ponerlo en manos de una ínfima minoría y que el socialismo lucha por una asociación libre de los productores directos (trabajadores) en posesión (propiedad) social (común) de sus medios de vida. Esa es la única forma de hacer posible una sociedad de propietarios.

La lucha por la propiedad de los medios de vida es el eje central del devenir humano. Las clases (ya países) que tienen el control y la propiedad de esos medios son las privilegiadas. Los elementos más representativos del movimiento indigenista, confluyen con la tendencia libertaria de la modernidad en lucha para que las mayorías tengan acceso a los medios de vida, sea tierra, técnica, ciencia. En este sentido su devenir está ligado a la liberación del conjunto de la humanidad.

La formación del sistema mundial se levantó sobre el legado o cimiento de culturas (no europeas) llamadas desdeñosamente "bárbaras" y "primitivas", que comenzaron a domesticar plantas y animales, creando a la postre lo que hoy es base de la alimentación mundial. Igualmente la técnica y ciencia, base sobre la que se desenvuelve el capitalismo mundial encontró sus primeros creadores e inventores en esas culturas, sin las cuales no existiría capitalismo ni modernidad. No obstante, por la división internacional del trabajo impuesto desde las conquistas, los principales usufructuarios de esos descubrimientos son los países más industrializados (Europa y Estados Unidos) prosiguen saqueando los recursos naturales a esos pueblos y al mismo tiempo los privan de la ciencia y tecnología para así perpetuar el sistema. El desarrollo de la genética, la aplicación de la biotecnología, ha acentuado el saqueo del germoplasma a los países del "tercer mundo".

Vargas Llosa y el indigenismo

En las discusiones sobre la literatura hispanoamericana, Vargas Llosa desde sus inicios, cuando era "socialista", se adscribe en la vertiente antípoda del indigenismo, que en nombre de la "modernidad", es tratado desdeñosamente de "regionalista", "localista", "folclorista", "costumbrista", criterios que en Vargas Llosa se acentúan al abandonar su rebeldía juvenil.

Vargas Llosa dice admirar la obra de José María Arguedas, pero al enjuiciarlo ("La utopía arcaica, José María Arguedas y las ficciones del indigenismo"), lo hace perdiendo ecuanimidad al tildarlo políticamente de "arcaico" y en cuanto a escritor, de "primitivo", que "no llegó a ser moderno", y al igual que el resto de indigenistas, "desfigura la realidad". Para estas apreciaciones, Vargas Llosa abandona el análisis estético literario.

Escritor "primitivo" para Vargas Llosa es el que no domina ciertas técnicas, dejando así de lado no solamente el contenido de una obra, sino también la mentalidad de los autores.

En varias ocasiones, Vargas Llosa habla y escribe sobre "La verdad de las mentiras", aludiendo a personajes y argumentos, aún los más inverosímiles, que dentro de una obra literaria son "verdaderos", lo cual es cierto. Nadie discute la veracidad de la existencia de Don Quijote y Sancho dentro de la obra de Cervantes, o de los viajes interplanetarios, de los ángeles, etc., en las obras de imaginación y fantasía. Una obra literaria se forma su propio universo.

Vargas Llosa reconoce la proyección social progresiva o retrógrada de una obra literaria: "Una ficción lograda encarna la subjetividad de una época".

Si reivindicamos la mejor tradición en la crítica literaria, veremos que lo esencial en una obra es su valor intrínseco, artístico, al margen que su argumento sea verdadero o falso comparándolo a la "realidad", al margen del tiempo y espacio en que se desenvuelva el argumento, lo mismo del tema de la obra, que puede ser "regionalista", "localista", "folclorista", "costumbrista", "psicologista", etc., que en el arte bien logrado es elevado a estatura universal. Todo, dentro del ámbito que rodea al artista, o lo que emerge de lo más recóndito de su ser, puede ser plasmado en una obra literaria, cuya proyección social -consciente o inconsciente- puede ser progresiva porque confluye y hasta promueve las aspiraciones libertarias de un pueblo, y otras veces puede ser conservadora y reaccionaria.

Vargas Llosa afirma que no se debe juzgar a una obra literaria como un documento político o sociológico, lo cual es cierto. Sin embargo, cuando juzga a los indigenistas, dice que "desfiguran la realidad", apartándose así del valor intrínseco (literario) de sus obras.

Al igual que los presidentes de la república oficial crean leyes y juran cumplir y hacer cumplir las mismas, pero son los primeros en violarlas, Vargas Llosa elucubra una serie de propuestas, en su generalidad, válidas para interpretar una obra literaria, pero cuando juzga a los indigenistas, se olvida de esas propuestas. El conocimiento veraz (que Vargas LLosa reclama a los indigenistas) sobre la sociedad hay que pedirles a las ciencias sociales a los científicos. Una obra de arte, a veces plasma la mentalidad y vivencias de un pueblo, lo que es un gran mérito, pero otras veces los ignora y otras las denigra. Los indigenistas más emblemáticos, en su generalidad, plasman las inquietudes de un pueblo, proyectándolo al porvenir.

El encono de Vargas Llosa no es estrictamente a la obra literaria de Arguedas, a su valor intrínseco (artístico literario), sino a la proyección o supuesta proyección política, a lo que llama "utopía arcaica", con lo que en realidad hace alusión al socialismo, presentando a Arguedas como el "arcaico", que quiere dar marcha atrás las ruedas de la historia, volviendo al "socialismo" precolombino o lo que queda de él. Aquí Vargas Llosa se aparta del análisis literario, confundiéndolo con el análisis eminentemente político y es en esta perspectiva que también lo criticamos. Por lo demás, Arguedas jamás intentó volver el mundo andino al pasado, sino que reivindicó su legado progresivo, confluyendo con el socialismo de la era industrial, por lo que su propuesta política se enmarca dentro de la tendencia libertaria de la modernidad. La tendencia siniestra dentro del indigenismo es y fue minoritario, simbolizado en política por los hacendados andinos que intentaban perennizar las relaciones arcaicas basadas en la servidumbre y además acrecentar su poder en sus regiones. A inicios del siglo veinte muchos se presentaban como "serranos", "indígenas", y llegaron a criticar a sus "aliados" en el poder, los oligarcas de las haciendas costeñas que se conectaban con el exterior, de "extranjerizantes".

Desde el otro extremo, lo más arcaico en la política peruana, denigrando lo andino, está representado hoy en día por la derecha más reaccionaria -a la que se unió Vargas Llosa- que no perdona a los militares decretar una reforma agraria burguesa acabando con la servidumbre.

Rodrigo Montoya en un documentando ensayo: "Crítica a la Utopía arcaica, José María Arguedas y las ficciones del indigenismo de Mario Vargas Llosa", escribe que el escritor, a su falta de rigor conceptual, suma su falta de veracidad en lo central de sus proposiciones, omitiendo deliberadamente fuentes, entre ellas, textos de Arguedas. La afirmación de que el indigenismo intenta volver al pasado aborigen, una de las tesis de Vargas Llosa, es pura invención.

Vargas Llosa y la modernidad

Inmerso en la lucha contra formas de vida basadas en estamentos y castas legitimados por la "pureza de sangre" y la "verdad revelada" (Dios), frente a lo cual hay que postrarse sin dudas ni murmuraciones, la modernidad insurge y se abre camino en forma orgánica bajo nuevas relaciones sociales, como pensamiento, sentimiento y vida, con una crítica a los cielos (religiones) y una crítica a la vida terrenal (relaciones sociales arcaicas) bajo el dominio de la aristocracia feudal y la alta jerarquía eclesiástica.

Surge una nueva manera de entender la vida mediante la "razón", al margen de las religiones. En un proceso de desacralización (desreligionización), la sociedad se va liberando de las lacras -creencias y prácticas- más oprobiosas de las religiones, las mismas que para sobrevivir se acomodan a los nuevos tiempos mediante reformas (humanizándose). En Europa el catolicismo, religión oficial de la feudalidad, se resquebraja, surgiendo entre otras tendencias, el protestantismo, que se convierte en religión oficial en algunos países legitimando el naciente: orden capitalista. Presionado por dentro y por fuera, intentando mantener en lo que se pueda sus privilegios del pasado y acomodándose a los nuevos tiempos, el catolicismo se autoreforma, teniendo a los jesuitas como sus principales legionarios.

A los gobiernos cobijados bajo el manto divino (autocracia) y por derecho de sangre ("noble") les suceden los gobiernos consensuales mediante el voto de los ciudadanos, al inicio sólo los que contaban con riqueza y propiedad, y posteriormente, por las luchas populares, el voto y otras reivindicaciones se extiende a todos los sectores sociales, incluyendo analfabetos y mujeres.

En economía las relaciones de trabajo esclavistas, serviles, tribales, etc., legitimadas con el manto divino y de "alcurnia" (sangre noble), dan paso a las relaciones salariales basadas en el contrato social por mediación del derecho. La voluntad divina retrocede.

El estado (la política) se separa de la protección religiosa. Las leyes terrenales tienden a primar sobre las celestiales. Por eso en los últimos tiempos, para ser santo, se requiere que la ciencia verifique los milagros, aunque esto es flexible y hasta no se cumple, por ejemplo cuando el Papa Juan Pablo II -nacido en 1920 ejerciendo el pontificado desde 1978 hasta su muerte en el 2005-, el 17 de mayo de 1992 beatificó a Josémaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), -fundador del OPUS DEI, la tendencia más siniestra del catolicismo desde el siglo veinte-, y el 6 de enero del 2002 lo canonizó. Entre las "virtudes" del OPUS DEI y de este "santo", cuyos milagros no se conocen, está su apoyo a los regímenes nazifascistas europeos y a cuanta dictadura cavernaria exista en el mundo, incluyendo la de Pinochet en Chile o la de Fujimori en el Perú. Hoy asistimos a la beatificación de Juan Pablo II por parte de su sucesor Benedicto XVI en medio de la crisis etico moral y a corrupción que corroen los cimientos de la iglesia. Y pensar que Sarita Colonia, muerta hace décadas, hoy venerada por gentes humildes, al igual que el padre Urraca, muerto hace siglos, esperan un milagro para ser canonizados.

La canonización de personajes siniestros es expresión de una profunda crisis social, y dentro de ella, de la crisis de las religiones oficiales, -acaso irreversible-, acentuando el divorcio con el conjunto de su feligresía y con el conjunto del devenir social. No es casual el surgimiento de tendencias que reivindicando los valores más altruistas del cristianismo, repudien a las altas jerarquías

La religión para el común de los creyentes -en palabras de Marx– constituye una "filosofía popular", forma primigenia de buscar el lugar del hombre en el universo, que acompaña al devenir desde el inicio de los tiempos, como manto para legitimar luchas progresivas o retrógradas. En la sociedad burguesa, a pesar que constitucionalmente (formalmente) se pregona la libertad de cultos, existe en forma tácita una religión oficial, marginando a otras prácticas religiosas. En los albores del capitalismo en Europa, al margen de las religiones oficiales (católicas y protestantes), surgieron una serie de tendencias cristianas conocidas despectivamente como "sectas", encarnadas principalmente en los campesinos, que reivindicando el cristianismo libertario intentaban construir el paraíso bíblico en la tierra. La historia oficial oculta que el advenimiento del capitalismo se realizó aplastando a sangre y fuego a esa vertiente de cristianos libertarios conformado por millares de seres.

Las religiones en cuanto concepción de la vida, se colocan entre los resquicios de las ideas premodernas, pero en tanto práctica social se acomodan a la modernidad de la cual sus más altas jerarquías son usufrcutuarias (privilegiadas) en tanto representantes de las religiones oficiales. Están entre el pasado pre capitalista y el presente capitalista, proyectándose algunas de sus tendencias a un futuro socialista,

La modernidad surge con el capitalismo, pero no es patrimonio de éste régimen sino que lo trasciende, porque los intereses de la burguesía europea solamente pudieron confluir en parte con los grandes ideales libertarios que surgieron por esa época, y son las clases populares quienes las reivindican cohesionando nuevas propuestas, surgiendo la prédica socialista, que se constituye en el núcleo de la tendencia libertaria de la modernidad. La burguesía, cuanto más sus intereses particulares, privados, dejan de coincidir con el progreso, encarna la tendencia siniestra de la modernidad que se extrema en la forma de fascismo.

Los más preciados valores y las reivindicaciones que tienden a mejorar y ennoblecer la condición humana, -escribe Leo Kofler en su "Contribución a la historia de la sociedad buerguesa"- incluyendo la democracia representativa (con todas sus limitaciones), las libertades públicas, la igualdad de derechos, la condena al racismo, la emancipación de las mujeres, etc, han sido y son obra de las luchas promovidas por las clases populares, en los últimos tiempos, principalmente por la clase obrera organizada políticamente en diversas vertientes: socialismo utópico, sindicalismo, anarquismo, marxismo, tendencias cristianas rebeldes, etc.

Si la historia es el devenir en lucha por la libertad (Hegel), podemos decir que las clases que encarnan esas lucha son clases con historia, y en contraposición, existen clases sin historia porque sus intereses particulares han dejado o nunca han logrado confluir con el progreso, es decir, con los intereses de la humanidad. De esto se desprende que existe la modernidad en su tendencia progresiva y libertaria encarnada en las clases con historia y existe la modernidad en su vertiente siniestra, oscurantista encarnada en las clases sin historia. En el Perú las clases dominantes desde la conquista, son clases sin historia, y para legitimar su dominio, hacen suyo la tendencia siniestra y bárbara de la modernidad. La modernidad libertaria fue (y es) rescatado por las clases dominadas y oprimidas, incluyendo los descendientes de la nobleza inca en lucha contra el colonialismo.

Vargas Llosa, que se adscribe dentro de la tendencia siniestra de la modernidad, critica al indigenismo, al que considera "arcaico" y primitivo". Lo primero que debemos destacar es de que el indigenismo, conforme lo evidenció Mariátegui, es mucho más que una corriente literaria, en tanto expresa el desenvolvimiento de un pueblo. Por eso su inagotable duración desde la época de resistencia contra los conquistadores, con sus rupturas y cambios dentro de la continuidad. Negar valor al indigenismo es negar al pueblo mismo.

Todo el "razonamiento" político de Vargas Llosa linda con la propaganda más vulgar de las clases dominantes dirigido a las masas más incultas, que por su ignorancia pueden creer las cosas más inverosímiles. Para poner un ejemplo dentro de la religión, se dice que el primer hombre, Adán, fue creado de barro, y la primera mujer, Eva, creada de una costilla de Adán. Esto no cree ni el Papa de Roma ni el párroco de la más humilde aldea, pero si creen las gentes de mentalidad más atrasada. En el plano político, Vargas Llosa repite los lugares más comunes y vulgares de la propaganda imperialista, a la cual agrega sus fovias. Por eso no se inmuta decir que el indigenismo es como el catarro que viene por épocas.

El núcleo central del indigenismo desde sus orígenes fue libertario, insurgiendo contra el colonialismo, la explotación y opresión. En el siglo veinte irrumpe contra la mentalidad de casta, contra la república de oligarcas y gamonales que a la explotación de clase basada en relaciones arcaicas, pre capitalistas, sumaban la opresión racial cultural. Los indigenistas, inmersos en la modernidad libertaria, reivindican el legado progresivo de la civilización pre colombina, la única en el devenir universal que solucionó el problema del hambre con una economía planificada, a la que el historiador Arnold Toynbee considera entre las culturas "madres" que confluyeron en la formación del mundo moderno.

Con el indigenismo la literatura hecha raíces en la vida nacional, promoviendo la cancelación del periodo colonial de la literatura, que en plena república "independiente" añoraba el virreinato. En el seno del indigenismo literario anidan el romanticismo, el regionalismo, el realismo, el pasadismo, el futurismo, el vanguardismo, etc., unas veces en forma confluyente, combinándose, otras en forma excluyente, coexistiendo entre sí y coexistiendo con nuevas vertientes del arte y literatura en el ámbito nacional e internacional. No faltó (ni falta) en su seno la exacerbación ególatra como en los indigenistas vanguardistas puneños que (según el historiador José Tamayo Herrera) se creían superiores a sus pares europeos.

Con la conquista se abre un nuevo proceso en el cual conquistadores y conquistados forman una unidad indisoluble. Los conquistadores para legitimar su dominio, a sus lastres del pasado agregan la modernidad en su tendencia siniestra; y los vencidos, para liberarse, confluyen o tienden confluir con la vertiente libertaria de la modernidad.

Sin las ideas libertarias modernas no existiría el indigenismo y sin indigenismo no existiría modernidad libertaria peruana, que en forma orgánica comienza con la aparición en la escena nacional de la clase obrara y capas medias que, unidas a las luchas campesinas, cambian la faz socio política del país, cumpliendo una labor fundamental el movimiento indigenista. Las clases dominantes, oligarquía y gamonalismo, en su generalidad, tenían mentalidad estamental, de casta, aunque solían disfrazase de "liberales".

Entre fines del siglo diecinueve e inicios del veinte surgen las últimas luchas mesiánicas y milenaristas de los desheredados del campo intentando restaurar el Tawantinsuyo. Propuesta arcaica que intentaba dar marcha atrás las ruedas de la historia, aunque su finalidad era libertaria en tanto buscaban solución a los problemas mediante la justicia y la libertad. Las contradicciones en esas luchas han sido evidenciadas por historiadores y plasmadas en literatura, por ejemplo en el memorable relato de Oscar Colchado Lucio: "Cordillera negra", basado en el movimiento insurreccional indígena en las serranías de Ancash (1885), en el cual, el máximo líder, Atusparia, hacía concesiones a los "mistis", al "mundo occidental", mientras que su "lugarteniente" Ucho Pedro simboliza el rechazo a todo lo foráneo.

En la década del veinte algunos indigenistas, en sus inicios, desdeñaban el legado de la cultura universal, asumiendo una posición jingoísta, pero pronto se autocriticaron confluyendo con el socialismo propuesto por Mariátegui y con el aprismo primigenio (que también se reclamaba marxista). Diferente es la actitud en los últimos tiempos de ciertas agrupaciones minúsculas como el "etnonacionalismno" (o "etnocacerismo"), -herederos del "caciquismo" regional de los hacendados y comerciantes andinos-, basado en una prédica oscurantista, arcaica, que llega al racismo contra los "blancos".

Dentro del actual sistema mundial no existe pueblo o cultura que no haya recibido en mayor o menor grado influencia foránea, originando lo que comúnmente se denomina "mestizaje", sociedad "criolla". Lo último puede ser distintivo nacional en los casos de Argentina, Uruguay o Chile, (en los cuales la población aborigen fue ínfima), cohesionándose en su devenir -con todas las contradicciones- una mentalidad común sobre raíz "extranjera", que pronto encuentra originalidad, epecificidad, que llega representar lo "nacional" dentro del conjunto mundial.

En los países andinos el proceso es diferente, porque en vez de un "mestizaje", se desenvuelven varios. Por eso en la lucha contra el dominio español surgieron dos tendencias, la andina que tuvo su expresión más alta en la revolución acaudillada por Túpac Amaru (1780) que fracasa, siendo coetánea con la revolución francesa y norteamericana; y la tendencia "criolla" que triunfa, formando una república "criolla" marginando a las mayorías, porque los intereses particulares, privados, de las clases dominantes desde a conquista, no han logrado confluir con el interés de las mayorías, con el interés nacional, constituyéndose en clases sin historia. Por eso el divorcio -conforme lo evidenció el historiador Jorge Basadre- entre el Perú oficial de las clases dominantes representadas en el estado, y el Perú real, "profundo", de las mayorías. Allí está la explicación al fracaso de la república "criolla" bajo dominación oligarca y burguesa. Todo lo que tienda a dignificar la condición humana es obra de las luchas populares, que con sus reivindicaciones han demostrado representar la tendencia libertaria de la modernidad. Las expresiones populares que emergen en el ámbito nacional, proyectándose al internacional, ha sido producto de una dura y larga lucha ("guerra") en parte silenciosa.

Dentro del contexto mundial basado en el desenvolvimiento desigual y combinado, existen determinaciones ("leyes") generales, que dan como resultado, formas parecidas, comunes, en los diversos territorios. La especificidad, la originalidad, la "identidad", que se integra cada vez más a la totalidad (mundial), hasta formar parte de las determinaciones, se encuentra en lo que hace la diferencia, que en el caso peruano es el legado "autóctono" o "andino" en todos los terrenos, que con el paso del tiempo se hace más evidente. Y se abre la posibilidad real de una unidad mayor con confluencia de la diversidad entre Ecuador, Perú y Bolivia, cada cual con su estado y gobierno autónomo.

No confundir el devenir andino inmerso en el conjunto social que se ha expandido en el ámbito nacional e internacional con el movimiento indigenista o indígena, con sus altibajos y constante reestructuración, que constituye su expresión.

Vargas Llosa se precia ser moderno, lo cual nadie duda, Un agnóstico, que no tiene certeza de la existencia de Dios es moderno, pero, por sus propuestas políticas que tiende a empeorar las relaciones sociales, deteriorando el nivel de vida de las mayorías, se circunscribe dentro de la tendencia siniestra y bárbara de la modernidad. Lo que Vargas Llosa reivindica de la modernidad es, ante todo, el decorado, por lo que es capaz de creer que la "aristocracia" limeña que en el siglo diecinueve se ufanaba ser la primera de América del Sur en contar con ferrocarril, era moderna, sin darse cuenta que tenían la mentalidad medieval de casta, herencia de la colonia, aunque se reclamen "liberales". Para las elecciones de 1990 el candidato Vargas Llosa tenía entre sus principales propuestas recortar las reivindicaciones populares para hacer una economía "moderna" y competitiva. No hay duda que esa propuesta es moderna, pero en su vertiente siniestra y bárbara. La propuesta moderna libertaria tiende a utilizar la ciencia y la técnica elevando la productividad, creando una economía moderna y competitiva que a la vez mejore la condición humana.

Vargas Llosa habla del derecho inalienable que todo individuo tiene a la propiedad, pero oculta o no entiende que el capitalismo para desenvolverse, ha dejado sin la propiedad de sus medios de vida, entre ellos, tierra e instrumentos, a las mayorías del planeta. En el pasado la naciente burguesía europea despojaba a sangre y fuego a los campesinos de sus tierras -para dedicarlas, entre otras cosas, al pastoreo de ovejas-, obligándolos a vagabundear, a robar y a mendigar porque no encontraban ocupación en las ciudades. De esa época se conoce la célebre frase de Tomás Moro de que en Inglaterra las ovejas se comen a los humanos. En otros continentes, por medio de conquistas, se despojó de su propiedad a culturas enteras. Actualmente, en pleno siglo veintiuno, presenciamos las invasiones colonialistas a muchos países para apoderarse de sus medios de vida, entre ellos, del petróleo. En el Perú las culturas originarias de la amazonía han sido arrinconadas, perdiendo cada vez más su propiedad y tienden a desaparecer por la voracidad imperialista que ha puesto a su servicio a la mayoría de gobiernos de turno.

Uno de los lugares más comunes y vulgares, incluso en medios académicos, es señalar a la pobreza y miseria como herencia de las culturas ancestrales andinas. Recordemos al respecto que en la sociedad incaica no existía hambre (esto lo reconoce hasta hoy Vargas Llosa), no existía pobreza generalizada como existe hoy, con precariedad de recursos y degradación de la persona humana; tampoco existieron lo que llamamos "informales". La miseria y pobreza es herencia de la conquista y es una característica del capitalismo que para sobrevivir necesita de un ejército de desocupados -que hoy se ha globalizado- sin los cuales colapsaría.

El Estado y la economía

Según Vargas Llosa -que hace suyo la propaganda imperialista más vulgar- toda empresa estatal o intervenida de algún modo por el estado, es socialismo o germen de socialismo. Con esta lógica existiría socialismo desde las culturas primigenias dominadas por regímenes autocráticos que controlaban gran parte de su economía y también existiría socialismo en todos los regímenes posteriores, incluyendo a las principales potencias mundiales porque el estado, de modo directo o indirecto, siempre interviene en el proceso económico.

En el devenir del capitalismo, comenzando de las grandes potencias, del pasado y del presente, el estado, como garante para la acumulación del capital, como promotor de sectores estratégicos, siempre interviene. En siglos pasados los imperios europeos promovían inmensos monopolios que incluía a sus colonias, y en la época de "libre competencia", -mal llamada así, porque jamás existió libre competencia sino la ley del más fuerte-, los estados defendían su economía mediante aranceles, interviniendo directamente en las ramas estratégicas o por medio de las armas (guerras). Las principales potencias colonialistas europeas: España, Holanda, Inglaterra y Francia, -escribe Nicomé de Santa Cruz ("El negro en Iberoamérica")- establecían empresas y tratados repartiéndose Africa para la caza de negros a los que convertían en esclavos, lo cual no los impidió presentarse como "civilizados" y poner a sus víctimas como "bárbaros" y "primitivos". El racismo fue una de las principales novedades de la modernidad en su tendencia siniestra que sirvió para legitimar los genocidios.

La intervención del estado en los sectores estratégicos de la economía es de todos los tiempos. En el capitalismo la creación de empresas estatales es una necesidad cuando las burguesías son incapaces de pomover empresas modernas, de competir y salir adelante frente a sus pares de otros países, o para salvaguardar la economía en momentos difíciles. Japón estatizó lo mejor de su economía desde mediados de la segunda mitad del siglo diecinueve e inicios del veinte, promoviendo empresas sólidas que luego fueron entregadas al sector privado, emergiendo posteriormente al primer plano de la economía mundial, siempre con un estado vigilante. Mussolini en Italia y Hitler en Alemania estatizaron las cuatro quintas partes de su economía. Europa Occidental luego de la segunda guerra mundial tuvo necesidad del estado, sea como propietario directo o asociado con el sector privado, única forma para poder competir con otros países, entre ellos Estados Unido y el emergente Japón.

Al estallar la última gran crisis capitalista mundial, el gobierno de Estados Unidos, en medio del pánico, entregó millones de dólares del erario público intentando salvaguardar a los grandes bancos. Es lo mismo que hacen algunos estados, en diversas coyunturas, para mejorar su economía, pero son tildados por Estados Unidos y sus socios, de "intervencionistas" o "comunistas", lo cual es repetido en el mundo entero por sus apologistas más vulgares.

Al margen de coyunturas, comenzando de los países más prósperos, todos tienen empresas estratégicas estatales, no solamente en el ámbito de la tecnología de punta, sino también en los sectores más tradicionales como las del carbón en Gran Bretaña o las minas de cobre en Chile.

La empresa estatal telefónica de España, desde la década del noventa del pasado siglo se estableció en el Perú, esta vez, sin que Vargas Llosa denunciara a esa empresa como "socialista" que con protección del estado peruano monopolizaba hasta hace poco las comunicaciones cobrando las tarifas más altas de América del Sur en un país donde el salario de los trabajadores está entre los más bajos.

La experiencia demuestra que todo país que ha salido adelante en los marcos del capitalismo, ha necesitado de la intervención directa del estado en su economía. En América Latina los estados "intervencionistas" han dado un gran impulso a su economía promoviendo la industrialización. Sucedió con Lázaro Cárdenas en Méjico (1934-1940), con Perón en la Argentina (1946-1955), con el gobierno "socialista" del frente popular en Chile (entre las décadas del treinta y cuarenta del siglo pasado), etc. El gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975) promovió la estatización de la economía en el Perú, pero su proyección quedó trunca por el golpe de estado del general Morales Bermúdez y por la debilidad de la burguesía peruana. Ultimamente tenemos al gobierno de Lula da Silva en Brasil, -y de su sucesora- que con la intervención directa del estado, emerge al primer plano de la economía mundial. Todo lo contrario sucede en el Perú, que en una coyuntura de bonanza por el alza en el mercado mundial de sus recursos naturales, ha retrocedido a simple exportador de materias primas, papel impuesto hace siglos por los conquistadores. Estamos presenciando otra ocasión perdida como sucedió durante el auge del guano de la isla y del salitre a mediados del siglo diecinueve o últimamente cuando entre 1950 a 1975 la economía peruana creció en un porcentaje del cinco por ciento anual.

Los sectores más aracaicos de las clases dominantes peruanas, incluyendo Vargas Llosa, siguiendo la propaganda imperialista, tildan al gobierno del general Velasco de "socialista", de "comunista" por haber promovido la creación de empresas estatales en distintos sectores de la economía. En la industria ligada al mar, incluyendo pertrechos bélicos, el Perú llegó a ocupar un lugar de vanguardia en América Latina, aunque por poco tiempo, porque todo un proyecto fue desmantelado. La central nuclear de Huarangal de la que millones de peruanos ignoran su existencia, surgio al mismo tiempo que en ciertos países de "oriente", donde algunos ya pueden desafiar a las potencias occidentales.

Velasco y los militares nacionalistas que lo acompañaban decían que no son capitalistas ni comunistas, sino "socialistas", "humanistas" y "cristianos". En ningún momento se les ocurrió decir que las empresas estatales son socialistas o germen de socialismo. El "socialismo" de los militares que recién comenzó a implantarse durante el gobierno de Morales Bermúdez (1975-1980), estaba en las llamadas empresas de propiedad social supuestamente "autgestionarias". Una de las primeras iba sobre ruedas porque se trataba de una empresa de transporte urbano en Lima, que con unidades ya usadas, pronto colapsó. Ni en la gran industria, ni en la gran minería, ni en la gran banca, se promovieron esas empresas (de propiedad social). En la agricultura esas empresas colapsaron al igual que las cooperativas por falta de capitales y asesoría técnica, a lo cual se sumo en los años ochenta el accionar terrorista. El "socialismo humanista y cristiano" de los militares fue una farsa.

Los militares nacionalistas -tachados por Vargas Llosa y los sectores más reaccionarios de las clases dominantes peruanas, lo mismo que del imperialismo, de "comunistas"-, dejaron al Perú más moderno y más capitalista que nunca al decretar una reforma agraria burguesa que acabó con las relaciones pre capitalistas de carácter servil en el campo y a la vez evitó una insurgencia campesina que hubiese seguido el ejemplo chino o cubano. Velasco intentaba que con el pago recibido por la expropiación de sus tierras, los hacendados lo invirtieran en el sector industrial, produciendo para el mercado internacional. Pero, -en palabras del historiador Pablo Macera-, los empresarios peruanos prefirieron quedarse con la feria de Huancayo.

El Estado y el socialismo

El ser humano jamás se ha postrado ante las injusticias. Desde tiempos ancestrales se ha rebelado buscando la igualdad y la libertad al margen de toda autoridad, legado que fue recogido por el cristianismo primigenio. A la par de ellos, muchos pensadores, desde la antigüedad diseñaban modelos de sociedad justa que satisfaga a todas las clases sociales, pero por mediación del estado. En los albores del capitalismo en Europa, masas de desposeídos, inspirados en las enseñanzas de Jesucristo, intentaban construir una sociedad igualitaria, al margen del estado. En ese mismo continente, en el siglo diecinueve, algunas tendencias de socialistas utópicos promovían un estado, que junto a aristócratas pudientes, serían protectores y benefactores de los menesterosos para alcanzar el bienestar. Los anarquistas intentaban liquidar por completo al estado desde el primer momento, implantando una sociedad igualitaria. Los marxistas promovían el gobierno de los trabajadores por mediación de un estado del pueblo diferente al estado burgués, como tránsito al socialismo, cuyo primer ejemplo fue dado por la Comuna de París (1871). Carlos Marx, que no creó ningún modelo a seguir, señaló que el socialismo se edifica de acuerdo a las condiciones concretas de cada pueblo para superar a las sociedades basadas en clases sociales. La más alta expresión del socialismo solamente es posible cuando desaparezcan las clases sociales y por tanto el estado, que en toda la historia representa el dominio de unas clases sobre otras.

Cuando en la década del treinta del siglo veinte la burocracia stalinista dio un decreto señalando a Rusia como "socialista", Trotsky aclaró que en Rusia el pueblo no tiene la propiedad de los medios de vida, entre ellos de la economía (empresas), porque lo que es propiedad del estado no es propiedad del pueblo. La propiedad estatal -argumentó Trotsky- es indispensable como un medio para llegar al socialismo, pero Rusia está lejos de esa meta por la pobreza generalizada, porque el estado en vez de desaparecer se ha desarrollado, sobre todo, en su aspecto más siniestro, como órgano represivo, y las contradicciones sociales en vez de desaparecer se han agudizado.

"Dos tendencias opuestas -escribía Trotsky en "La Revolución Traicionada"- crecen en el seno del régimen. La una, al desarrollar las fuerzas productivas, al revés del capitalismo estatificado, crea los fundamentos económicos del socialismo; la otra, extremando las normas burguesas de la repartición en su complacencia hacia los dirigentes, prepara una restauración capitalista. La contradicción entre las formas de propiedad y las normas (burguesas) de la repartición no puede crecer indefinitivamente. De uno u otro modo se extienden las normas burguesas a los medios de producción o las normas de repartición deberían ajustarse a la propiedad socialista". El desenlace ya lo conocemos.

Vargas Llosa candidato a la Presidencia de la República

El escritor, para Vargas Llosa, posee "demonios interiores", -es decir, contradicciones íntimas, existenciales-, que se exorcisan escribiendo (inventando) historias y a la vez siendo crítico de la sociedad. Por eso Vargas Llosa, -al igual que la mayoría de escritores en América Latina-, es un escritor "comprometido", al inicio apoyando a los sectores populares y luego a las clases dominantes.

Su mayor aventura política (su mayor "compromiso"), fue su candidatura a la presidencia de la república para las elecciones del 1990. Anterior a ello, en su mayor acción pública, fue presidir una comisión nombrada por el presidente Fernando Belaúnde Terry, encargada de esclarecer la muerte de ocho periodistas -el 26 de enero de 1983- en la comunidad andina de Uchuraccay. En su informe final, la comisión señaló que los comuneros (¿primitivos?) confundieron a los periodistas con los terroristas y los emboscaron para darles muerte.

Hasta hoy no se conoce un acto semejante por el cual comuneros en masa, por propia iniciativa, sin armamento, se hayan enfrentado a terroristas, a sabiendas que éstos iban a tomar represalias contra toda la comunidad.

Mariátegui decía que la vida supera a la novela, que la realidad supera a la ficción. Esto es notorio en el caso de Vargas Llosa, cuya trayectoria personal supera con creces a los personajes de sus novelas, especialmente cuando fue proclamado candidato a la presidencia. Despotricaba contra los partidos políticos tradicionales pero se unió a esos partidos -Acción Popular y el Partido Popular Cristiano- que se constituyeron en el núcleo central de su movimiento, el "Frente Democrático" (FREDEMO).

Acción Popular se funda en 1956 bajo la jefatura del arquitecto Fernando Belaunde Terry, caudillo populista que acusaba a Haya de la Torre y al Apra de "unirse a sus verdugos de ayer". (Era la época en que el Apra ya se había puesto al servicio de la oligarquía). Con fraseología de izquierda y demagogia sin límites, para la campaña electoral de 1963, Belaunde ofrecía reforma agraria, reforma financiera, reforma urbana, reforma educativa, dar solución en noventa días al problema del petróleo, recoger el legado de la planificación incaica, etc. No cumplió ninguna de sus promesas y en octubre de 1968 en medio del repudio popular y de la corrupción en las más altas esferas, fue destituido mediante un golpe de estado por parte de las fuerzas armadas, quienes en parte realizaron las reformas incumplidas. Algo más, durante su gobierno existió quema de libros (lo atestigua el editor Juan Mejía Baca). Sin embargo los grandes medios de comunicación recuerdan a Belunde como el político inmaculado, "patriarca de la democracia", ejemplo para la juventud. En 1967, de una escisión de la Democracia Cristiana, -organización populista fundada en 1955-, surge el Partido Popular Cristiano jefaturado por el abogado Luís Bedoya Reyes, representante de la extrema derecha, de los intereses de la más rancia oligarquia, cuyas huestes (sobre todo al inicio) se concentraban en el sector tradicional de las familias más pudientes de Lima. Su prédica era directa, ofreciendo orden mediante la "mano firme" (represión) y también (al igual que Vargas Llosa años más tarde) ofrecía recortar las conquistas laborales de los trabajadores para hacer competitiva a la economía. Dentro del FREDEMO esa organización se movía como pez en el agua, al contrario de Acción Popular que perdió "identidad".

Su campaña electoral hacía recordar al santón Antonio Consejero, personaje de su novela "La Guerra del fin del mundo", que en un territorio recóndito (el fin del mundo)recorría aldeas anunciando la lucha final. El santón -primitivo en su vida y en su discurso– era seguido por andrajosos y un periodista miope, al contrario de Vargas Llosa, reclamado "moderno" y motejado como el "candidato de lujo", seguido las veinticuatro horas por un séquito de periodistas de diversos medios de comunicación de masas, nacionales e internacionales, bien entrenados y disciplinados para propagandizar su candidatura.

En su discurso, Vargas Llosa ofrecía un "gran cambio", entre lo que contaba terminar de privatizar lo que quedaba de empresas de propiedad del estado y en eliminar algunas reivindicaciones sociales, -que a su decir eran: "populistas", "mercantilistas", "tercer mundistas", "comunistas"-, para promover una economía "moderna", "competitiva", con empleos y salarios "cuando vengan las inversiones".

Cuenta el novelista en sus memorias ("El pez en el agua"), que uno de sus mítines (en el Coliseo Amauta de Lima), al principio estuvo muy concurrido, pero ya entrada la noche, cuando pronunció su discurso, el recinto quedó en gran parte vacío. La causa, -explica-, era que los camiones contratados para traer y volver a la gente de los barrios marginales, compuesta principalmente por inmigrantes andinos, estaban contratados hasta determinada hora. Esto nos hace recordar a los mítines del general Odría (1948-1956) que Vargas Llosa novelista recrea en "Conversación en la Catedral". Hay un pasaje elocuente donde un agente de la policía chantajea a un dirigente barrial:

"Si todos los serranos van a la plaza y la cosa [mitin del general Odría] sale bien hay trescientos soles -dijo Ludovico-. Entre trescientos soles o ir preso, tu dirás lo que te conviene más".

El ofrecimiento de Vargas Llosa era empleo y salarios a manos llenas… "cuando vengan las inversiones". Además, el episodio anterior, es una de las muestras que la candidatura de Vargas Llosa, contrariamente a lo que buscaba, no logró arraigo popular, menos la fe de las multitudes, aunque las encuestadoras lo daban como ganador indiscutible por un amplio margen. (En los últimos tiempos las encuestadoras en el Perú comienzan dando como ganador a la candidatura de mayor solvencia económica)

Vargas Llosa se reclama agnóstico y, en tal sentido, duda de la existencia de Dios y de los santos. Sin embargo sus "seguidores", con la complicidad de la más alta jerarquía católica, sacaban a los santos en procesión por las calles céntricas de Lima, supuestamente para contrarrestar a su principal adversario (Alberto Fujimori) que tenía en sus filas a pastores evangélicos (protestantes), cuya feligresía, si bien es minoría, está en constante crecimiento.

Los grandes medios de comunicación se volvieron por unanimidad, propagandistas de la candidatura de Vargas Llosa. Ese cambio no era obra de alguna dictadura (tradicional) instaurada en Palacio de Gobierno, tampoco de fuerzas del orden ocupando los centros de impresión y difusión, menos de fuerzas paramilitares (tipo fascistas) amedrentando a propietarios y periodistas, sino que el "gran cambio" en plena "democracia", fue una componenda entre los dueños de esos medios de comunicación con los sectores derechistas tradicionales que responden a los intereses de las transnacionales que dominan la economía.

En 1987, cuando en su demagogia el gobierno aprista (1985-1990) hace la venia de estatizar los bancos supuestamente para "reorientar" las inversiones", Vargas Llosa, como un personaje arrancado de alguna novela, salta al escenario de la política para oponerse, argumentando que peligra la libertad de prensa, ya que ésta vive de la propaganda. En esas condiciones, el estado administrando los bancos, podría controlarlos o condicionarlos a su favor por medio de los pagos por propaganda.

Es evidente que los medios de comunicación viven de la propaganda que pagan las empresas (privadas o estatales). Pero, como en las telenovelas más vulgares, en las cuales los actores se ven forzados hacer los papeles más ridículos, ningún periodista, ni el más osado, se atrevió preguntar al "candidato de lujo" si los empresarios privados también pueden condicionar la orientación de la prensa mediante sus contratos de publicidad.

Un diario ("Ojo"), horas antes de que se realizara el debate entre los dos candidatos finalistas, -Vargas Llosa y Alberto Fujimori-, ya había impreso su portada (que iba a salir el día siguiente), diciendo en grandes caracteres, que Vargas Llosa ganó el debate, conforme denunció durante el mismo debate Fujimori, con la prueba en la mano.

Luego Fujimori, que en 1990 ganó las elecciones y al cumplir su periodo en 1995 se hizo reelegir hasta el 2000, para luego volver a reelegirse e inmediatamente huir del país, demostró que a los medios de comunicación no se les controla solamente con la publicidad, sino con otros métodos, que van desde la utilización de entidades estatales para presionarlos con la imposición de impuestos y el cobro de los mismos, al igual que las deudas pendientes, hasta pagos ("coimas") millonarios a los propietarios. A todo esto hay que sumar a los "lobistas" al servicio de las transnacionales, que muchas veces utilizan medios ilícitos para conseguir sus objetivos. Queda para la imaginación pensar en los métodos que utilizan estos "lobistas" para hacer conocer sus "opiniones" en los programas y medios de comunicación hablados y escritos de mayor cobertura.

Nos estábamos olvidando de los bufones, de los "payasos" y "chistosos" que en los últimos tiempos se han vuelto imprescindibles en la política peruana. Alquilan su talento a determinado sector para ridiculizar en los medios de comunicación -con métodos groseros que llegan hasta la difamación- a sus oponentes, que pueden ser organizaciones políticas, personalidades, periodistas, etc.

Lo que menos esperaban las clases dominantes tradicionales que con millones y millones de dólares apoyaron la candidatura de Vargas Llosa, era de que un "desconocido" (un "japonés") se hiciera del poder en 1990. Alberto Fujimori había sido rector de una prestigiosa universidad, pero el racismo afloró públicamente desde el inicio de la campaña en amplios sectores que apoyaron a Vargas Llosa. Conocidos los resultados de las elecciones, en una emisora radial que se comunicaba con sus oyentes, una mujer, desesperada, vociferó que hubieran preferido para presidente a un "indio" antes que a un "japonés". Recordemos que durante el primer gobierno de Manuel Prado (1939-1945), uno de los líderes emblemáticos de la oligarquía, con el pretexto de la guerra mundial y de su "alianza" con las democracias occidentales, se encarceló a indefensos japoneses radicados en el Perú para ser entregados a las fuerzas militares de Estadios Unidos en calidad de prisioneros de guerra, sufriendo vejámenes. Un acto similar sucedió en 1929 cuando el gobierno de Leguía inventó un "complot judío" apresando a obreros e intelectuales de izquierda, entre ellos a Mariátegui, y a la colonia judía en Lima.

En el proceso electoral de 1990 la xenofobia por parte de un sector de seguidores de Vargas Llosa favoreció a Fujimori, en un país donde las mayorías se sienten marginadas de la economía, del poder y de la cultura.

Se especulaba la posibilidad de un golpe de estado, pero el golpe inicial consistió en forzar a Fujimori para cambiar su propuesta que ofreció durante su campaña, por la propuesta de Vargas Llosa, que contemplaba acabar con algunas reivindicaciones sociales para hacer "competitiva" la economía nacional. No es necesario ser analista político para entender que para recortar reivindicaciones sociales conseguidas en duras luchas se hace necesario la represión contra el pueblo. En 1992, cuando ya existían indicios de corrupción, y para allanar el camino a una mayor represión contra el pueblo, Fujimori, respaldado por las fuerzas armadas, da un golpe de estado contra el parlamento nacional, logrando gran autonomía en su gobierno y, a la buena o a la mala, muchos "aristócratas" que apoyaron a Vargas Llosa, danzaron al ritmo de cumbia con el "baile del chino". Con el pretexto de luchar contra el terrorismo, Fujimori, que solía autonombrarse "Chinochet", mediante el terrorismo de estado, terminó de desmantelar las organizaciones políticas y sociales de los trabajadores y al mismo tiempo puso en jaque a los partidos tradicionales de la burguesía. En medio del caos y la anarquía de un gobierno que en la práctica ya no era gobierno, con la corrupción que carcomía todas las instituciones, entre ellas las fuerzas armadas, surgiendo en su seno rebeliones, sin que frente a ello existiera una alternativa popular, Fujimori huyó del país y renunció por fax desde el extranjero.

Luego de las elecciones de 1990, Vargas Llosa no se sentía perdedor, sino que atribuía el fracaso a su alianza con los partidos "tradicionales", pero en realidad no tenía otra opción. Además, esos partidos, en particular el más reaccionario, de extrema derecha, el Partido Popular Cristiano en 1987, ante el anuncio del presidente Alan Garcia de estatizar la banca, mostró su capacidad de convocatoria en un concurrido mitin.

Vargas Llosa, que se presentaba como el candidato para hacer la diferencia, para realizar la ruptura radical contra la política "tradicional", se convierte en uno más de ellos, agravado por la xenofovia racista de gran parte de sus huestes contra las mayorías andinas que hacía recordar épocas de la vieja oligarquía, y las alusiones de Vargas Llosa al escritor indigenista José María Arguedas, prometiendo hacer un país de todas las sangres, era visto por amplios sectores como una "criollada".

Sebastián Salazar Bondy en su obra "Lima la Horrible" publicado por primera vez en 1964 y silenciado en los últimos tiempos, hablaba del criollismo ingenuo, costumbrista, popular, evidenciado por ejemplo en obras literarias como la de José Diez Canseco; que contrasta con el criollismo que resalta el colonialismo y el perricholismo, promovido por las grandes familias que tienen el poder. En la "viveza criolla", escribía, se dan la mano el político profesional al servicio de las grandes familias, que puede llegar con cinismo y mentiras a palacio de gobierno, con el más vulgar "trapacero" que con los mismos métodos pretende encubrir sus fechorías. Confluye con todo esto, el "perricholismo", en alusión a la Perricholi (perra chola) una actriz mestiza limeña que se hizo amante de un Virrey recibiendo a cambio prebendas materiales, simbolizando el ascenso social a cómo de lugar, sin importar los valores.

Cuando Fujimori cierra el parlamento en 1992, y cuando logró reelegirse en 1995, recibió las críticas de Vargas Llosa, que además hacia llamados a los organismos internacionales para retirar toda ayuda humanitaria al Perú, buscando derribar al régimen. El escritor salió desairado de su pedido. Es sabido que cuando un gobierno golpista, usurpador, se pone al servicio del imperialismo, la condena internacional no pasa de advertencias y amonestaciones verbales, sin importar demasiado la calidad personal de los usurpadores, a los cuales legitiman por mediación de organismos internacionales como la OEA o la ONU. Lo ocurrido recientemente en Honduras -esta vez, recibiendo el apoyo de Vargas Llosa-, es un ejemplo elocuente.

La Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), que no era ni la sombra de décadas anteriores y que agonizaba bajo la "dirección" de gentes reclamadas "revolucionarios" que confundían a una agremiación cultural con un partido político, -con el pretexto de que Vargas Llosa no quiere ayuda humanitaria-, se puso de lado de Fujimori, "expulsando" al escritor de sus filas, ganándose así portadas en los medios de comunicación hablados y escritos controlados por el régimen. Vargas Llosa, que hacía un buen tiempo pertenecía a una nueva entidad cultural, el Pen Club peruano de literatura, no pudo ocultar su preocupación por su "expulsión" de la ANEA a la que su generación había contribuido a dar realce.

Vargas Llosa quedó sólo. En sus memorias relata en tono dolido la manera en que sus "seguidores" y muchos "amigos" a los que consideraba incondicionales lo "traicionaron". Los medios de comunicación que antes lo apoyaron legitimaban la dictadura, sea por convicción, presión, corrupción, o las tres cosas a la vez. Entraron a tallar los humoristas, los payasos y chistosos, que comprados por el régimen se burlaban de sus adversarios. Maltratado en su ego de artista, optó por adquirir la nacionalidad española. En una nueva aventura, incursionó como actor en obras teatrales escritas por él mismo. Al recibir el premio Nobel se sintió peruano y regresó para compartir su alegría con sus compatriotas.

Fiel a su estilo, no bien bajó del avión, para expulsar o exorcisar sus "demonios interiores", lanzó su protesta porque la hija del ex presidente Alberto Fujimori se presenta de candidata a la presidencia de la república. Sus palabras, recibidas con simpatía por amplios sectores, no fue bien recibido por los partidos del orden, en especial por la derecha más reaccionaria, la misma que antes erigió de candidato a Vargas Llosa, ni por los grandes medios de comunicación que veinte años atrás apoyaron esa candidatura. No obstante eso, Vargas Llosa hace apología a un régimen -el sistema capitalista mundial- que tiene similitud con las civilizaciones decadentes de la antigüedad, cuyas instituciones públicas y privadas eran copadas por la corrupción en todas sus formas. Por eso Rosa Luxemburgo a inicios del siglo veinte lanzó el dilema: socialismo o barbarie.

 

 

 

Autor:

Rafael Herrera Robles

Perú, diciembre del 2010

Partes: 1, 2
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